Paraíso Inhabitado

Desde el mes de mayo, la Biblioteca pública de Tarragona me abrió las puertas a poder moderar clubs de lectura a partir de la plataforma Tellfy. Una andadura en virtual en la que pudimos compartir muchas lecturas diferentes. Durante los meses de verano la propuesta vino de la mano de tres autoras y tres libros donde la infancia era presente y casi un personaje más de las novelas.

El lunes pasado cerramos el ciclo de la mano de Ana María Matute. Paraíso inhabitado llegó a mis manos hace muchos años, una lectura de biblioteca que me generó un pequeño terremoto. En medio de muchas de las conversaciones vía whatsapp con unas brujas protectoras, volvió a sonar la Matute. Y volvió a relucir el paraíso. Y de la mano de Silvia llego a mi un ejemplar del libro. Iba a ser una custodia compartida, pero la nueva lectura, con la mochila de los meses de aislamiento y esa tímida vuelta a la librería, hizo que el pequeño terremoto sea un tsunami inmenso.

Y no dudé un instante en volver a ella para esta sesión de verano, de autoras y de infancia. Era la cereza del postre. Y era la forma de poner a la gran Ana María Matute en manos de un grupo de lectoras y lectores que se atreven a todo (y esto no se acaba aquí, queridas mías del club de lectura Llegim amb al·lots, dejen de leer ahora mismo, porque Matute nos acompañará el mes de noviembre)

Nací cuando mis padres ya no se querían. (…) Uno de mis recuerdos más lejanos se remonta a la noche en que vi correr al Unicornio que vivía enmarcado en la reproducción de un famoso tapiz. Con asombrosa nitidez, le vi echar a correr y desaparecer por un ángulo del marco, para reaparecer enseguida y retomar su lugar; hermoso, blanquísimo y enigmático. (…) A veces, los recuerdos se parecen a algunos objetos, aparentemente inútiles, por los que se siente un confuso apego. Sin saber muy bien por qué razón. No nos decidimos a tirarlos y acaban amontonándose al fondo de ese cajón que evitamos abrir, como si allí fuéramos a encontrar alguna cosa que no se desea, o incluso se teme vagamente.”

Con este cachetazo empieza Paraíso inhabitado. Así una pequeña Adriana que nos cuenta ese momento de paso de la infancia a el mundo de los adultos, o el mundo de los gigantes, como ella lo llama. Un inicio aplastante, que ya indica tantas cosas entre líneas, y si uno conoce un poco la vida de Matute, sabe que Adriana no está lejos de ella. Y esa voz narrativa, potente pero dulce, directa, punzante sin vueltas, es una de las mejor construidas de la literatura. (hoy me desperté así de categórica).

En la lectura anterior del ciclo de verano, habíamos leído a otra de las grandes, Carmen Martín Gaite y compartimos de su libro El cuento de nunca acabar (2009, Siruela), un ensayo lúcido sobre literatura. Martín Gaite dedica un capítulo a la voz narrativa. Y a ella volví para retomar la pregunta: ¿para quién narra? ¿Desde dónde narra? Y cuando un inicio de novela ya despierta preguntas, vamos bien. Estamos frente a una autora que nos pone a prueba.

Adriana es uno de esos personajes inolvidables: una niña de clase acomodada en una ciudad dónde la guerra se huele, se acerca (y Ana María Matute no menciona ni la ubicación de la ciudad, pero sabemos que es Madrid, ni esa guerra, que no es otra que la guerra civil). Adriana está sola, nació cuando sus padres ya no se querían, es decir, no es fruto del amor. Una madre ausente, un padre que aparece y debe salir de la ciudad con rumbo a Bélgica (lugar de asilo de muchos republicanos). Una hermana mayor que encarna la perfección de todo lo que se supone que se espera de una joven bien, y dos hermanos gemelos de acné que acabaran muriendo en el frente, en frentes diferentes.

Suerte de Tata María María y de Isabel, la cocinera. Ellas son cobijo de abrazos que huelen a tostadas y alma de esos cuentos que tantas veces le han contado. Ellas son esos abrazos que curan. Y Tía Eduarda, un alma libre que será su conexión a un espacio seguro.

Y más adelante llegará Gavrila, un vecino, un niño como ella, con quien compartir amistad.

El dolor del ingreso a la escuela, que marcará el inicio del mundo de los gigantes y ese grito de sólo quería que me dejarán en paz.

Paraíso inhabitado es, como bien dijo Glòria, un manual que explica qué significa la infancia. Debería ser lectura obligatoria de primero de carrera de psicología, psicopedagogía y magisterio (esto es de cosecha propia)

Paraíso inhabitado es un canon de cuentos clásicos: Andersen, la Bella y la Bestia, Beau Geste, Miguel Strogoff, Grimm, Perrault, Bibi, Robinson, la Isla del Tesoro, Ricardo Corazón de león… y cómo leen los niños y niñas: “yo era lo que en aquel momento quería ser” dice Adriana haciendo referencia a como se siente cuando lee.  

Paraíso inhabitado es una referencia al juego simbólico. El lugar de castigo de Adriana es un cuarto oscuro, un trastero lleno de cosas que nadie usa, lleno de objetos que vuelven a tener vida gracias a su imaginación.

Paraíso inhabitado es ese lugar que un día dejamos atrás, ese bosque al que Matute siempre vuelve, narrándolo, dándole vida para que no muera nunca.

Paraíso inhabitado es ese libro que quisieras que nunca se acabe. Que Adriana siga narrando, siga explicándonos la vida para saber que sigue con nosotros y no nos deja al llegar al punto y final.

Paraíso inhabitado es un libro que mueve esas emociones que a veces se duermen o juegan al escondite en nuestro interior. Las despierta, les saca el polvo y nos devuelve esa mirada, ese dolor, ese miedo, esa rabia, esa esperanza.

Paraíso inhabitado se queda conmigo siempre. Ahora espero que también se quede con ustedes.

Gracias, Ana María. Gracias, Adriana. Gracias querido y queridas míos del club de lectura.

–>Paraíso inhabitado. Ana María Matute. 2010. Booket. Destino

2 respostes a “Paraíso Inhabitado

  1. Matute ha sido para mí un descubrimiento de este confinamiento. Después de leer EL RÍO (ed. Nórdica) en un préstamo que se convirtió en compra en cuanto vi que tenía que subrayar párrafo tras párrafo de una prosa a la vez preciosa y directa, supe que la cosa no podía quedar ahí y quería más. Y ahí llegó “Paraíso inhabitado”, una historia mucho más hilvanada (“El río” son pequeñas historias, viñetas, que comparten tiempos, escenarios y algunos personajes, pero sin continuidad narrativa), una NOVELA con todas sus letras, y una novela de personajes, porque conocer a Adri es no olvidarla ya nunca más.

    Gracias, Paula, por escoger este libro; gracias Biblioteca de Tarragona, por permitirnos compartir su lectura en tiempos de aislamiento; gracias, Ana María, por Adri y Eduarda y una historia, su futura historia juntas, que no escribiste pero cuya semilla plantaste en nuestra imaginación.

    M'agrada

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